The Centre Cannot Hold

Presentación del Álbum

No hay demasiados artistas capaces de trasladar la realidad a su música. Ben Frost forma parte de esa élite. Después de Aurora, que reflejaba el alboroto de los grupos electrógenos del Congo y su clima sociopolítico, el australiano continúa con sus investigaciones sobre la sinestesia y las potencialidades visuales de lo musical en The Centre Cannot Hold, que bien habría podido subtitularse 50 matices de azul. Frost ha optado por la versión ultramarina de este color para la portada de un álbum que concluye con Entropy In Blue, símbolo de ese caos que ha querido representar mediante largas secuencias despojadas de ritmo, que podrían incluirse en una hipotética banda sonora sobre el deshielo de los icebergs. Sin embargo, en este disco Frost se ha alejado del Mar del Norte y de su país de adopción, Islandia, para instalarse en Chicago y encerrarse en un estudio con Steve Albini. El legendario productor de los Pixies y Nirvana, quien proclamara hace dos años su odio por la dance music, se ha entendido a la perfección con Frost, un tipo al que le aburre el techno y que gusta de componer partiendo de texturas y colores. El dúo se ha volcado en la tarea de exprimir al máximo las posibilidades de sus maquinitas durante diez días, siguiendo un proceso de lo más atípico: Albini grababa cada pista elaborada por Frost, quien tejía extensas secuencias de drones jugando con la cercanía de los micrófonos a los amplificadores, analizando así ese concepto de espacio que tanto le apasiona y que se impone de inmediato a la escucha. Albini, por último, ha sido el responsable del final cut, realizado «a cuchillo», antes de que Frost intentara dotarlo de un sentido más explícito. El título del disco proviene de un verso de The Second Coming, donde el irlandés W. B. Yeats describía sombríamente el mundo posterior a la Primera Guerra Mundial, y que después se convertiría en “poema oficial” de la guerra de Irak; un símbolo, por tanto, de la lucha entablada por el australiano con sus dispositivos sonoros. © SB/Qobuz