Mozart: Piano Concertos 9 & 17

Presentación del Álbum

Los discófilos más avezados quizá vean en esta primera parte de la exploración de los Conciertos para piano de Mozart por parte de la pianista Olga Pashchenko (discípula de Alexei Lubimov) y el excelente conjunto Il Gardellino (fundado por el oboísta Marcel Ponseele y el flautista Jan De Winne en 1988) un guiño al famoso disco de Andreas Staier publicado en 1995 por Teldec Classics, que presentó los mismos dos conciertos con el Concerto Köln, otro gran conjunto de la escena barroca que en su momento dio a conocer en una serie de discos excepcionales a varios compositores contemporáneos de Haydn y Mozart (Eberl, Kozeluch, Rosetti). Con esta primera incursión en el mundo de los conciertos de Mozart, Staier dio un gran golpe de efecto, y el Concerto Köln hizo gala de un lujo de colores que sigue deslumbrando.

En el Jeunehomme, Il Gardellino ofrece acentos más agudos, colores más francos, que se equilibran con el instrumento claro de la pianista rusa (un Paul McNulty copia de un Johann Andreas Stein de 1788), siempre muy preocupada por la precisión en el fraseo, las figuras, los trinos y los “ornamentos’. En el plano expresivo, además, Pashchenko y el conjunto belga nunca acentúan el carácter “Sturm und Drang” del Jeunehomme (1777): el dolorismo conmovedor del Andantino, magistralmente captado en su fervor prerromántico por Alfred Brendel (VOX, 1961) o incluso por Andreas Staier, se convierte aquí en una simple ensoñación nostálgica. Olga Pashchenko se convierte en la protagonista de un recital de amor sin palabras – suntuoso.

El Concierto nº 17 en sol mayor, K.453, con un efectivo orquestal mayor (flauta, 2 oboes, 2 fagots, 2 trompas), pertenece a una serie de cinco conciertos compuestos por Mozart en 1784, año que marcó el inicio del maravilloso florecimiento del compositor en el género del concierto para piano. El K.453 es uno de los más radiantes e incluso alegres de sus conciertos – Mozart era entonces un compositor independiente, que vivía en Viena, y bastante feliz, como atestigua el Finale, con su excitante y juvenil locura: se nota cómo los vientos de Il Gardellino se divierten en el Presto final. E incluso el sublime tema del Andante, teñido de una ligerísima ansiedad, no puede ocultar su alegría de respirar a pleno pulmón: muy inspirada, Olga Pashchenko explota todos los sutiles y magníficos sonidos de su instrumento, un Anton Walter de 1792. Esperamos con impaciencia la siguiente entrega. © Pierre-Yves Lascar/Qobuz