Bruckner: Symphony No. 9

Presentación del Álbum

inspirados intérpretes. Estamos aquí al inicio de la era numérica, con esta suntuosa grabación de la Novena, realizada en la acústica mágica del Concertgebouw de Ámsterdam en noviembre de 1981.
La visión de Haitink va más allá del horizonte en esta grabación que hemos de conocer absolutamente. El hieratismo del premier movimiento está coronado, en la coda, por los fabulosos timbres de la orquesta neerlandesa, con unos metales asombrosos. Verdadero ascensor para el cielo, la conclusión del movimiento inicial produce escalofríos por la altura de su enfoque, su amplitud espacial excepcional, el océano tranquilo de unas sedosas cuerdas... nos sentimos irresistiblemente aspirados por una espiritualidad aliada con una serenidad luminosa.
El Scherzo, terrorífico, parece abrir de par en par las puertas del infierno, como un Dies Irae demoniaco y sin palabras. Los saltos de octavas de los trombones rugiendo nos precipitan en un caos que evoca ciertos cuadros del Bosco. El Adagio final, última página de esta sinfonía inacabada, ofrece en cambio la visión de un paraíso puro y decantado. Bruckner está aquí desnudo, en su fe, en sus dudas y en su desamparo existencial que grita al cielo, un cielo desesperadamente mudo. Un gran bravo también para los ingenieros de Philips que realizaron –como a menudo– una toma de sonido al nivel de la obra y de sus intérpretes. © François Hudry/Qobuz