Aunque esta etiqueta surgida por exigencias del marketing pueda resultar un tanto confusa, lo cierto es que Americana es el útil nombre que sirve para referirse desde hace dos décadas a la fusión de rock, country, blues y rhythm&blues. Y, como en las mejores familias, en este género hay lugar para todos: para la hija rebelde, el cuñado enterado, el padre alterado, la prima intensa, etc.

¿Cómo abordar el country, el folk y el blues cuando uno ha crecido entre las turbulencias del punk o, al menos, acostumbrado a su espíritu DIY? Las modas vienen y van, pero sin embargo algunos géneros siguen constituyendo una fuente inagotable de donde beberán a perpetuidad grandes músicos. Y es lo que sucede con la Americana, palabra tal vez evocadora de locales con mucho escay en los que se sirve alcohol barato, pero que en tanto que estilo reúne a una legión de significados intérpretes de country, folk, blues y rhythm&blues. Puesto que a veces cierta leyenda o anécdota ha dado nombre a un género, hay que decir que el de Americana surgió hacia 1995 para referirse a un nuevo formato radiofónico dirigido a crecientes sectores de público, insatisfechos con las programaciones solo rock o solo country, ambas excesivamente focalizadas en sus respectivos repertorios. La californiana KFAT y la tejana KFAN-FM “Texas Rebel Radio” serían las puntas de lanza del fenómeno.

Claro está que, entre mediados de los años 60 y comienzos de los 70, algunos peces gordos de la edad dorada del rock ya habían manifestado su interés por la gran tradición de la música con raíces, o roots music. El propio Gram Parsons, tan tempranamente desaparecido, con solo 26 años, les recordaría por ejemplo a The Byrds (Sweetheart Of The Rodeo, 1968) e incluso a los mismos Rolling Stones (Exile On Main Street, 1972) que uno podía ser moderno y gustarle a la vez el country... Y no se cansó de repetirlo formidablemente bien, tanto al frente de The Flying Burrito Brothers (The Gilded Palace Of Sin, 1969, y Burrito Deluxe, 1970) como en solitario (GP, 1973, y Grievous Angel, 1974). Por su parte Neil Young iba a lo suyo, dedicado a explorar con fines interesados las grandes tradiciones del folk y el country, mientras Bob Dylan pasaba a la historia como pionero al popularizar tan vasto repertorio, versioneando en 1962, en su primer disco de título epónimo, temas de olvidados bluesmen como Jesse Fuller, Bukka White o Blind Lemon Jefferson, y grabando en 1969 un célebre dúo con el rey del country, Johnny Cash, Girl From The North Country. A su vez The Band, el grupo de acompañamiento de Dylan, también se volcaba en sus ingentes relecturas de temas folk y country. Pero la irrupción de la música disco y del punk relegaría de inmediado todo ello al baúl de los recuerdos...

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