Para celebrar sus 50 años de carrera, Jean-Michel Jarre publica el modélico recopilatorio Planet Jarre, con unos cuarenta temas que ponen de relieve la trayectoria de este pionero de la música electrónica. Una ocasión para revisar sus cinco décadas de actividades, durante las cuales el artista galo ha ido mostrando las diversas facetas de su personalidad: genio de las maquinitas, precursor, amante de los proyectos colosales, militante político y portavoz de los músicos contra los gigantes de Internet.

Nació en Lyon, como los hermanos Lumière. Y al igual que a ellos, a Jean-Michel Jarre siempre le ha gustado aventurarse por territorios inexplorados. A los 13 años arregló un viejo magnetófono de su padre (el compositor Maurice Jarre) para pasar sus grabaciones de guitarra al revés. Estamos a comienzos de los 60 y, a su juicio, el rock era ya una antigualla musical. Al descubrir su gusto por la manipulación sonora, el padre del batería de su grupo, que trabajaba en la ORTF (Oficina de Radiodifusión-Televisión Francesa), le invitó a visitar el GRM (Groupe de recherches musicales), laboratorio de música concreta dirigido por Pierre Schaeffer, verdadero ídolo de Jarre. “Si hubiera sido norteamericano hoy tendría consideración de megaestrella. Pero en Francia permanece prácticamente ignorado. No obstante, fue el inventor de todo: del sample, del surco cerrado –surgido a partir de un error, de un disco de 78 rpm rayado–, del loop, de los sonidos pasados al revés, del modo varispeed para jugar con la velocidad de las cintas… Pero, antes que nada, se le ocurrió que la música no se construye a partir de notas, a partir del solfeo, sino a partir de sonidos. Que mediante la manipulación de sonidos se puede hacer música. Actualmente todos los DJ son sound designers, conscientemente o no, y eso viene de Schaeffer.”

Deslumbrado por la visita, Jarre aprueba el difícil examen de ingreso (cuatro plazas para doscientos candidatos) del GRM y descubre los sintetizadores modulares, que utilizará a lo largo de los veinte años siguientes en todos sus álbumes, especialmente su amado ARP 2600, pero también un dispositivo de muestreo, una caja de ritmos y dos magnetofones Revox para conseguir efectos delay. Estas son, grosso modo, las herramientas con que construye Oxygène en 1976, el disco que dará a conocer los sonidos sintetizados a toda una generación, vendiendo en Francia 1,8 millones de copias y en todo el mundo 15 millones. Como quien no quiere la cosa, Jarre acaba de entrar en el pelotón de cabeza de los pioneros electrónicos junto a Kraftwerk y Tangerine Dream, provocando la fascinación de muchos futuros productores, de Moby a Jeff Mills, pasando por Air o Carl Cox.

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