El jazz en España está pasando por uno de los períodos más relevantes y luminosos de su historia. En palabras del pianista Abe Rábade: “Tocar jazz no es un género musical, es consagrar tu vida a un tipo de mentalidad, a un tipo de práctica diaria, ya que tiene que ver con tus ideales estéticos, casi te diría que con tus ideales físicos e intelectuales”. Es, sin duda, un momento muy interesante en el que grandes intérpretes están grabando discos de enorme calidad. La cantidad de festivales aumenta cada año y el reconocimiento internacional de los jazzistas españoles es extraordinario.

Un lenguaje propio

Los casi siete minutos del tema Mendian Gora, de Ander García al contrabajo, acompañado por Juan Ortiz al piano, nos ayudan a dar comienzo a un viaje por las múltiples expresiones del jazz en España, un recorrido que destaca por la singularidad de sus paisajes, su amplia y muy variada manifestación a través de artistas y sellos discográficos, y el encuentro con verdaderas joyas de la música. Si el jazz es la nomenclatura sonora de un idioma liberado, el acercamiento a sus raíces muestra una riqueza que se revela en cada una de sus obras. Es el caso de Hiru (2017), el trabajo del contrabajista bilbaíno que recoge de manera conmovedora las melodías y métricas de la música y la danza tradicional vascas, con el sonido nostálgico de la geografía donde nació, pero elevada ahora al idioma del jazz: de esos discos que han de ser escuchados sin descanso. Ese fundamento de la música arraigada en una tradición es un testimonio que, a diferencia de lo que se pueda creer, agranda los límites del entendimiento musical hasta las orillas sonoras de otros dialectos de un mismo lenguaje. Así, el propio Ander formó pareja con el guitarrista Emmet Crowley, crecido y afincado en España, quien este mismo año publicó The Inward Eye (2021), una propuesta de una extraordinaria intimidad que se transmite a través del diálogo entre la guitarra y el contrabajo, una música llena de lirismo y emoción en cada una de sus composiciones: “Creo que el logro de la grabación es esta intimidad y la sinceridad. Tras un año complicado por la pandemia y tras reflexiones musicales y vitales como por qué tocar o por qué hacer lo que hacemos, tanto para Ander como para mí lo fundamental era tocar de la manera más sincera posible. En el disco no hay ninguna parte donde yo haya sentido la necesidad de demostrar algo, noto una ausencia total de eso. Estábamos preocupados por la atmósfera, la interacción y la sensibilidad, ligado a lo que queríamos expresar musicalmente”, afirma Emmet, quien, junto a su mujer, Pahola, lleva muchos años haciendo buena música, con álbumes tan sobresalientes como El Momento (2013) o Sed de vida (2018).

El tránsito por Hiru y The Inward Eye abre un amplio escenario donde conviven nombres consagrados del jazz, una lista que lleva ya muchos años ofreciendo música de indudable valor (Chano Domínguez, Javier Colina, Antonio Serrano, Jordi Rossy o Perico Sambeat, entre otros muchos), con otra de músicos desarrollando ese talento en unas condiciones no siempre fáciles para el desarrollo de una carrera artística: “Podemos ser técnicamente mejores o peores, con apuestas más o menos arriesgadas, con mayor nivel de emoción, pero, dentro de esos márgenes de diferencia, todos estamos contenidos dentro de la burbuja de la música profesional”, afirma el saxofonista Isaac del Pozo. Marco Mezquida, pianista menorquín nacido en 1987 y nombre propio de la escena musical de nuestro país, es, sin duda, una de las referencias más reveladoras de la personalidad y la originalidad de una música que abre espacios infinitos a la interpretación. Su último trabajo lleva por título Talismán (2020) y coincidió en el tiempo con Live in Tokyo (2020), concierto en directo en el Blue Note de la capital japonesa junto a la cantante Silvia Pérez Cruz. Su discografía es larga y marcada por una constante búsqueda de territorios sonoros que hace propios: “Ya hace años que se producen cosas buenísimas en el jazz en España: se están creando escenas sólidas con músicos estupendos de muchas generaciones. Son grandes noticias el amor y respeto por esta música. También la cantidad de festivales que van surgiendo en el país, desde los más humildes, pero absolutamente necesarios para potenciar escenas más locales, hasta los grandes festivales donde programan músicos nacionales e internacionales. También son absolutamente necesarios los clubs y salas pequeñas que programan diaria o semanalmente durante todo el año, y esa continuidad hay que cuidarla y potenciarla porque son los que realmente mantienen una escena viva de jazz en una ciudad.”

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