Dos viejos amigos que se han encontrado tantas veces en la carretera, dos vidas entrelazadas por el amor a la música y al flamenco que han decidido unirse al fin y compartir una misma idea: grabar un disco juntos y llevarlo de gira por los escenarios más importantes del mundo. Son dos de los nombres más importantes de la música en nuestro país: uno al cante, la voz única e inconfundible de José Mercé; otro al toque, la guitarra en las manos de mil dedos de Tomatito: culto a la historia del flamenco.

Hay músicas que no pueden estar encerradas en un estudio, que necesitan la periferia de un tablao o un escenario siempre. Hay algunas que ni en un pentagrama pueden decirse del todo y se elevan sobre las cinco líneas paralelas como si algo las empujara a ser dichas y nuevamente creadas. De verdad (Universal Music, 2018) es el resultado de ese encuentro inmaterial entre dos músicos que se buscaron desde siempre para reivindicar un sonido que aún no ha podido definirse del todo, pues, a cada paso que da el flamenco, hay una nueva intriga desvelada, una posesión que aún no sabíamos que podía ser dicha e interpretada: “En De verdad tocamos todos los palos que afortunadamente existen en el flamenco: tangos, alegrías, seguiriyas, soleás, bulerías, granaínas. Yo nunca me he ido del flamenco. Yo hago otras cosas, pero siempre suena el flamenco ahí. Siempre reivindicamos el flamenco. Yo seré flamenco hasta que me muera”, afirma rotundamente Tomatito. Ambos son precursores de un flamenco que se ha convertido día a día en una de las formas de expresión más escuchadas y respetadas del planeta, camino recorrido sin perder carácter ni alma, en un momento donde la fugacidad de los gustos parece imponer una velocidad demasiado alta a los espíritus eternos. Tal vez esa concepción más artesanal de la sonoridad y los lenguajes musicales haya llevado al flamenco a perdurar y a consolidar su presencia en un mercado con demasiados desniveles y exigencias. El encuentro entre dos intérpretes cuyas carreras comenzaron siendo niños aún, conlleva toda una memoria sonora que ha de ocupar un territorio común, una misma significación: “Pensamos que es el momento justo en la carrera de ambos, después de haber hecho tanta fusión y tanto mestizaje, con tantas experiencias vividas. Ahora queremos reivindicar que el flamenco también existe, que es una cultura. No debíamos dejar pasar más tiempo sin reivindicar nuestras raíces”.

José Mercé: de Jerez al mundo 

José Soto Soto (Jerez de la Frontera, 1955) lleva cantando desde que, con seis años, pasara a formar parte de la Escolanía de La Basílica de la Mercé, en su Jerez natal (fue el compositor y letrista jerezano Antonio Gallardo el creador de su nombre artístico). Miembro de una larga dinastía gitana, bisnieto de Paco la Luz y sobrino de El Sordera, a los 13 años llegó a Madrid para grabar su primer disco, Cultura Jonda 14. Bandera de Andalucía (WM Spain, 1968), con las guitarras de Luis Habichuela y Enrique de Melchor. Su voz se proyectó desde entonces en los más importantes tablaos, compañías de danza y nuevos proyectos discográficos, que ocuparon un lugar propio en su vida con títulos como Verde Junco (Universal Music, 1985), Caminos reales del cante (Pasarela,1987) u Hondas Raíces (Universal Music,1991). Tras grabar Desnudando el Alma (Fonomusic, 1994) su voz se quebró a causa de la muerte de su hijo Curro, dejando de cantar durante algunos años en los que una bajamar de dolor dejó al descubierto esa verdad que luego se incorpora, con la que se convive, a la que se sufre a cada zancada que se da. Un artista flamenco interpreta la realidad en la que está contenido, o como decía la malagueña María Zambrano, para defender la soledad en que se está. Acaso porque hay momentos en que el sufrimiento se convierte en creatividad, José Mercé se encontró con el guitarrista Vicente Amigo, quien produjo el que sería uno de los trabajos con mayor popularidad en su carrera como cantaor. Un denominado nuevo flamenco que no era nuevo, pero sí flamenco, un disco que se acerca a un público más joven, que convence a la audiencia al completo, convirtió al jerezano en un artista de masas. Del Amanecer (Virgin Records, 1998) supuso un antes y un después no sólo para él, sino para el catálogo antiguo del arte jondo, que vio cómo la grabación cumplía una función más allá de las 190.000 copias vendidas.

Es una consecuencia natural del signo de los tiempos buscar una continuidad en aquello que lo engrandece, y Mercé logró asentar ese sello de identidad con el siguiente trabajo, que vería la luz dos años más tarde bajo el título de Aire (Virgin Records) y del que vendería 230.000 copias. Las críticas, que siempre acompañan a aquellos que descubren nuevas formas de expresión, reabrieron un debate que hasta hoy sigue vivo sobre el purismo en el flamenco, pero un debate dignificado por ambas partes, irresuelto hoy, pero merecedor de argumentos que lo defiendan sin entrometerse: “Después de hacer un disco como Aire, con todas las críticas que recibí, de que me pusieran como los trapos, después de que se reconociera como el disco de flamenco más vendido de la historia, con un doble platino, yo quiero decir que yo sí reivindico el flamenco. Un día podemos entregarnos al mestizaje, las fusiones, pero si tenemos que ponernos más serios, habrá que hacerlo”. Su carrera no se detuvo más y, durante estos años, desde entonces, no ha dejado de trabajar tanto en estudio como en directo, sólo o acompañado de artistas no necesariamente flamencos con los que comparte la necesidad del cante y del duende, con orquesta o con el propio Bruce Springsteen, a quien ha propuesto cantar Aire a dúo.  

 

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