En 1968 Miles Davis cae rendido al embrujo del duende eléctrico. Fascinado por la revolución psicodélica y funky de Jimi Hendrix y otros, como Sly Stone, el trompetista se metamorfosea y, de paso, trastorna el mundo del jazz.

A finales de los años 60 la potente irrupción del funk y sus estrellas coge con el pie cambiado a los músicos de jazz. Algunos optan abiertamente por la radicales sonoridades del free, mientras otros no quieren ni oír hablar de lo que consideran una música primitiva propia de cavernícolas, armónicamente trivial, destinada únicamente a hacer bailar a las masas. Otro grupo, por último, condesciende a demostrar algún interés por los experimentos eléctricos de Sly Stone, percibiendo sobre todo su potencial comercial. Los jazzmen son conscientes, por otra parte, de su alejamiento de la juventud más contestataria, ávida de decibelios y de psicodelia funky. En ese contexto Miles Davis se siente atraído por las posibilidades de la electricidad, y la introduce en sus grupos. La modelo (y posterior cantante) Betty Davis, con la que se casa en septiembre de 1968, llama su atención sobre las modas y sonidos del momento, tanto en lo referente a los discos como a la vestimenta de Jimi Hendrix y Sly Stone. Su influencia es tanta que Miles le dedica un tema, Mademoiselle Mabry (Miss Mabry), del álbum Filles de Kilimanjaro, en cuya portada aparece su retrato fotografiado por Hiro.

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