Maya Dunietz y sus cuarenta

¡La artista total! En las formas. En los lugares. A sus 40 años, Maya Dunietz no pretende llevar sus creaciones por una sola línea, ya que este eclecticismo la representa más que cualquier otra cosa. Instalación a base de miles de auriculares en el Centro Pompidou de París, orquestación y montaje de partituras de la compositora etíope Emahoy Tsegué-Maryam Guèbrou, trabajos independientes para John Zorn, Mike Patton, Evan Parker o para la banda Cheveu, la pianista, compositora, cantante y artista sonora israelí sigue siempre sus deseos y su instinto. Free the Dolphin encierra 27 minutos de su arte plural, en forma de un bello viaje íntimo que se desliza entre el jazz, el blues, el folk y la música africana, todo ello llevado por un piano que se inclina hacia Thelonious Monk y Erroll Garner, así como hacia los viejos maestros del stride piano. Un breve autorretrato musical grabado con el baterista Amir Bresler y el bajista Barak Mori y, en dos temas, la trompeta de Avishai Cohen (Oddeta) y la voz de David Lemoine de Cheveu (The Wine of Love). Sin olvidar, para ensamblar el conjunto, a Yuvi Havkin alias Rejoicer, productor y músico versátil (procedente de la escudería Stones Throw), tan cómodo en el hip hop como en el drum'n'bass y fundador del magnífico sello de Tel Aviv Raw Tapes, en el que se acaba de publicar este Free the Dolphin.  

  “Necesitaba su creatividad sin límites y su energía productiva para dar forma a mis ideas en un álbum”, dice Maya Dunietz. “Grabamos en un día y medio. Las noches anteriores, había escrito algunos bocetos de composiciones para el trío, cosas muy minimalistas, una melodía por aquí, un groove muy sencillo por allá. Había dejado deliberadamente un espacio para que Barak y Amir añadieran sus colores y eso es exactamente lo que hicieron. Antes de la sesión, Rejoicer y yo escuchamos discos de tríos en busca del sonido que queríamos recrear para este álbum. Doctor Adir y Rejoicer investigaron seriamente cómo se grabaron estos discos, con qué tipo de micrófonos, etc. Este trabajo de base ayudó a que el álbum sonara increíble.” Un “sonido increíble” para una grabación de jazz híbrido que juega al escondite con la tradición, tiende improbables puentes entre el ragtime y el ethio-jazz y desliza una versión en sepia del Lover Man de Billie Holiday. © Marc Zisman/Qobuz

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