Protegido por la magia de la Cordillera de los Andes de un lado y el Océano Pacífico del otro, Chile es un país con una actividad cultural activa pero no muchas veces conocida fuera de sus fronteras. A pesar de contar con numerosos artistas que se desarrollan en su interior, la exportación global de su música todavía es un desafío. Por eso en este artículo le invitamos a conocer cuáles son las propuestas que vienen marcando un rumbo en la creciente escena chilena.

Es imposible hablar de la música en Chile sin tener en cuenta su historia política y, principalmente, sus años atravesados por la dictadura de Augusto Pinochet. Y es que, desde aquel 11 de septiembre de 1973 cuando fue derrocado el presidente socialista Salvador Allende hasta el 11 de marzo de 1990 en que Pinochet dejó el gobierno, todo el país se vio afectado de una forma u otra por esa etapa. La música no fue ajena a esta situación y reflejó muchos de los pensamientos sociales principalmente en la denominada Nueva Canción Chilena, que fue un movimiento musical, poético y político íntimamente ligado al socialismo de Allende tanto durante su gobierno como luego con su caída.

De aquella época datan grupos como Inti-Illimani, Los Jaivas y Quilapayún y solistas como Víctor Jara, Violeta Parra y Patricio Manns. Todos atravesados no solamente por una misma idea política sino también por una misma forma de decir las cosas teniendo a la música folclórica como su máxima expresión. Además un sentimiento latinoamericano los hermanaba con sus colegas de otros países creando así, de alguna manera, un movimiento regional que significó un foco de resistencia en la convulsionada década del setenta del siglo veinte.

Y si destacamos a la Nueva Canción Chilena como de suma importancia es porque su legado marcó varias décadas y se extendió a otras ramas como el rock pop, que tuvo en Los Prisioneros a sus máximos exponentes. Recién con la llegada de la democracia y sus primeros hijos fue que comenzó a cambiar lentamente el panorama y estos nuevos músicos se alejaron un poco de la cuestión política para indagar más plenamente en lo musical. Así fue que también el progresivo arribo de artistas internacionales con sus conciertos de primer nivel hizo mecha en la escena chilena. No puede obviarse la importancia que tuvieron representantes argentinos como Soda Stereo, Virus, Enanitos Verdes y Charly García, quienes asentaron las bases para el pop que tan bien desarrollarían luego sus pares chilenos. Incluso la figura de Gustavo Cerati, quien vivió un tiempo en Santiago de Chile, es venerada hasta el día de hoy.

El folclore chileno: canto desde las entrañas de los Andes

Como ya mencionamos, la importancia de la Nueva Canción Chilena no puede pasarse por alto y su influencia llega hasta nuestros días, ya no siempre ligada a lo político pero sí en la forma de expresarse, en la poética y la sensibilidad que sobrevuela trabajos como el de Manuel García, uno de los máximos exponentes de la canción chilena actual, también conocido como el “Comandante del Folk”. Esta marcada raigambre cantautora tiene otros ricos exponentes como el multriinstrumentista Nano Stern o la interesantísima banda de fusión Seidú. Asimismo las mujeres tienen una fuerte presencia con propuestas diversas y personales tal el caso de la cantante, charanguista y percusionista Carmen Lienqueo quien pretende con su música “transportar a un paisaje que emerge de Latinoamérica, una geografía sonora compleja llena de matices”. De esas mismas raíces latinoamericanas beben también Isabela Ro, Amapola Puz Medioli y Tiare Galaz –más conocida como Niña Tormenta– quienes a su vez incorporan otras sonoridades provenientes del pop o la canción melódica.

El pop que todo lo ilumina y el rock que no quiere apagar su llama

Si pensamos en términos netamente geográficos, Chile no cuenta con demasiada extensión ni tampoco con demasiados habitantes si lo comparamos con alguno de sus países cercanos como Argentina o Brasil. Es difícil afirmar si esa estrechez territorial que caracteriza al país trasandino es un impedimento que le permita crecer hacia afuera y exportar aún más su música pero existe un “secreto a voces” que afirma que Chile se mira hacia adentro continuamente aun cuando observe lo que pase fuera de sus fronteras e incluso, muchas veces, se nutra de las experiencias extranjeras. Aun así, y a pesar de ese relativo aislamiento, cabe decir que la escena del pop chileno es una de las más importantes de Sudamérica –si no la más–. Teniendo el Festival de Viña del Mar como su mayor exponente internacional desde hace décadas y por el cual desfilaron los mayores artistas de todos los géneros, Chile siempre tuvo presente el pop aunque quizás sin demostrarlo del todo. Pero esto se revirtió sobre todo a partir de la década de 2010, cuando comenzaron a aparecer un montón de músicos jóvenes y desprejuiciados que abrazaron al pop y sus numerosas vertientes. No es casualidad tampoco que este país haya sido elegido por el músico estadounidense Perry Farrell, cantante de Jane’s Addiction, para que su mayor creación, el Festival Lollapalooza, tenga su primer edición sudamericana en el país de Pablo Neruda.

Conviviendo entonces en todo el territorio los grandes festivales junto a las escenas independientes, el pop es el lugar por el que optan muchos artistas, pues allí tienen la libertad de poder fusionar diferentes sonidos y exponer desde sentimientos profundos hasta propuestas más pasatistas. Encontramos voces más experimentadas como las de Francisca Valenzuela, Javiera Mena y Mon Laferte, que es la artista chilena de mayor impacto global. También conviven las propuestas desprejuiciadas de Gepe, Camila Moreno o Paloma Mami, que pueden incluir acercamientos a lo electrónico, el folk, la música urbana y la cumbia, entre otros. Por su parte, la cantante y actriz Denise Rosenthal y el dúo Yorka le imprimen al pop una mirada feminista subrayada en el empoderamiento y la sororidad.

El solista Fernando Milagros y la banda de blues El Cruce son algunos ejemplos de la importante escena alternativa que reina en el país. Escena marcada principalmente por el indie y sus numerosos representantes entre los que se encuentran Niños del Cerro, Círculo Polar, Friolento o Rubio, el proyecto liderado por la cantante y compositora Fran Straube.

Jazz y tango: una apropiación trasandina

Tanto el jazz como el tango atravesaron etapas en que fueron consideradas músicas populares bailables, luego vivieron un cierto ostracismo elitista y finalmente llegaron a esta etapa en que esos géneros se fusionan con otros y toman elementos de la música tradicional de Chile. La ciudad costera de Valparaíso sirvió para ambos casos como fuente de creación y desarrollo de algunos de sus principales exponentes.

Desde la década de 1920 el jazz viene abriéndose paso en Chile, por lo que ya cuenta con cien años de actividad en ese suelo. Nombres históricos como el del saxofonista Mario Escobar o el pianista Ornar Nahuel –gran referente del jazz moderno– dejaron sus huellas para que continúen ese camino otros exponentes como el baterista de vanguardia Christian Hirth o el saxofonista Nelson Laplagne, que fusiona su propuesta jazzera con música latinoamericana. A finales de la década del 2000 también surgieron una serie de solistas y compositores que brindaron un aire nuevo a la escena, modernizándola y fusionándola con otros estilos. En esta vertiente se destacan las figuras de Gonzalo Ostornol –líder del Flash Trío–, Cristóbal Piña o Benjamín Furman, entre otros.

Netamente argentino pero con adeptos en todo el mundo, el tango también tiene en Chile un desarrollo propio, sobre todo en la ciudad de Valparaíso, en donde se lleva a cabo el Valparatango, el principal festival del género en ese país y que ya cuenta con más de treinta años de existencia. El acordeonista y director Porfirio Díaz y el cantante Anuel Fuentalba fueron de los primeros en dejar sus nombres marcados en el recuerdo de los amantes del 2x4. Pero a pesar de su indeleble tinte nostálgico, el tango sigue adelante en obras como las que llevan adelante el octeto Tango, el cantante Oscar Aníbal, el pianista Rodrigo Ratier y Joaquín Muñoz Donoso, referente del acordeón chileno. También es interesante destacar la nueva vertiente de “tango queer” que está generando numerosos adeptos en la juventud gracias a su propuesta que permite el intercambio de roles de género dándole el liderazgo a la mujer en el baile, rompiendo así el esquema tradicional histórico.

El Chile que baila y se divierte: los géneros urbanos y la cumbia

Así como pasa muchas veces con el pop, los géneros urbanos también permiten una laxitud casi inabarcable. Por ello hoy en día es común encontrar artistas fusionando el rap, el hip hop, el reguetón y el trap con otros géneros como la cumbia, el pop e incluso el rock. Este nuevo fenómeno de masas goza de un gran presente en todo el mundo y Chile no es la excepción.

El trap es, sin dudas, quien lleva la bandera del género urbano y la música de Marcianeke y Pablo Chill-E genera millones de reproducciones en las plataformas digitales. Pero particularmente en el país trasandino es interesante un sub-movimiento que, nacido de los suburbios, le agrega al sonido urbano letras con conciencia social. Carlitos Junior, Adan Zapata y Chely Princess son algunos de estos representantes que cantan vivencias cotidianas y animan a otros jóvenes a expresar lo que ocurre en sus barrios.

El empleo de elementos electrónicos es otro factor clave utilizado en el trap por eso es posible encontrar productoras y cantantes como Ambar Luna, con mensajes fuertemente políticos y feministas, o a la iquiqueña Tomasa del Real en clave de reguetón electrónico. Más emparentado con el rap y el hip hop, el free style también es utilizado como herramienta por nombres como DrefQuila y AK4:20. Y por supuesto, no debe olvidarse nombrar a la activista Ana Tijoux, reconocida internacionalmente como “la mejor rapera en español”.

Originaria de Colombia, en la década del sesenta del siglo pasado la cumbia comenzó su camino en Chile primeramente de la mano de las sonoras –que eran orquestas constituidas por diez o más músicos– como la Sonora Palacios o Pachuco y la Cubanacán. Más acá en el tiempo llegaron distintas variaciones de esa cumbia inicial como la denominada “cumbia romántica” con exponentes como el Grupo Megapuesta o Jordán y la Fórmula y a partir de la década del dos mil la “nueva cumbia chilena”, que fusionó el ritmo caribeño con expresiones del rock, el ska, lo andino, lo balcánico y el hip hop. De este último movimiento son representantes La Mano Ajena, Villa Cariño y los internacionalmente reconocidos Chico Trujillo.

Habiendo atravesado también períodos dominados por la “cumbia andina” y el “sound”, muy exitosos en el norte de Chile, en los últimos años existe una reivindicación de las primeras sonoras pero buscando sumar propuestas modernas y aggiornando los espectáculos a los tiempos actuales. Orquesta Tabaco y Ron, Santiago All Stars y Julio Palacios y la Gran Sonora son algunos de estos combos que siguen haciendo bailar al país trasandino en cuanta fiesta se presente.