El flamenco está viviendo un gran momento dentro del panorama musical español. Nuevas voces conviven con figuras consagradas del arte jondo, agrandando día día las fronteras de una música que habita siempre el origen de las emociones.

La raíz musical de un país cada vez está más conectada con la celeridad de los tiempos, con la globalización y los adelantos tecnológicos. El músico alemán Stephan Micus sigue viajando por el mundo en busca de instrumentos y texturas sonoras que reinterpreta fuera de esas fronteras de las que se nutrieron hasta entonces. ¿Cómo logra un tipo de música influir en su entorno cuando el entorno se integra en un paisaje sonoro cada vez más amplio? El 16 de noviembre de 2010 la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura reconocía oficialmente al flamenco como un arte universal, incluyendo a esta manifestación cultural en la Lista Representativa del Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Defendía así un sentir jondo más allá de la raíz original en la que estaba contenido, más allá de su origen étnico y vital, y le daba una relevancia marcadamente contemporánea.

El flamenco sigue disfrutando de una salud envidiable, extrañamente bendecido por culturas a priori menos dadas a la rotura de las emociones en su interpretación artística, como la japonesa, e integrado en los grandes circuitos comerciales de música y baile. Tras la triste desaparición de dos de los más importantes representantes del flamenco en nuestro país, Paco de Lucía y Enrique Morente, otros nombres se han impuesto en el panorama actual con grabaciones memorables y multitudinarias giras, además de inesperadas voces que van surgiendo día a día del sedimento rítmico que dejaron aquellos. José Mercé (Doy la cara, Warner Music 2016) o Diego “El Cigala” (Indestructible, Sony Music 2016) comparten actualidad con nuevos talentos que recibe el público con los brazos abiertos. Alba Guerrero (Seda y esparto, Taller de Musics, 2015), Maloko (Maloko, Universal Music 2017) o Kiki Morente (Albayzín, Universal Music 2017) son algunos de esos nombres que transitan ya por radios y escenarios de nuestro país. Es una visión joven y renovada que aporta un nuevo presente a la tradición de tantas generaciones, talentos abrigados por la experiencia de intérpretes como Rafael Riqueni, Miguel Poveda o Pepe Habichuela entre otros.

Pero, si algo está logrando el flamenco es adaptarse a esa nueva dimensión del mercado, colaborando con distintos lenguajes musicales que, afortunadamente, han sabido encontrar un lugar común donde existir. La fractura entre el flamenco más puro y la fusión con nuevas tendencias ha dotado de nuevas vías de expresión al cante y al toque. Alfredo Tejada, ganador de la última “Lámpara Minera”, máximo galardón del Festival del Cante de las Minas, confesó en una entrevista: “He dado la vuelta al mundo un par de veces y he trabajado con compañías tan grandes como la de Eva Yerbabuena, La Lupi, Antonio Gades y Mario Maya. El mundo entero respeta el flamenco”. Y esa búsqueda de nuevas influencias ha reunido bajo un mismo compás a músicos tan extraordinarios en su ámbito como B.B. King y Raimundo Amador (Noche de Flamenco y Blus, Universal Music 1998), Dave Holland y Pepe Habichuela (Hands, Universal Music 2010) o Pat Metheny y Enrique Morente (Sueña la Alhambra, Virgin 2005). El flamenco, como expresión de un sentir, ha pasado a formar parte fundamental de ese empedrado por el que transitan leyendas de la música y ha proyectado en ellos su capacidad de renovación y supervivencia, acaso por ser un lenguaje único y universal, o por ser imagen de una pasión que otros encuentran frente a frente cada día. Discos tan extraordinarios como el de Santiago Lara (Flamenco Tribute to Pat Metheny, Warner Music 2016) muestran el legado que año tras año va dejando el flamenco en el mundo de la música: “Me encanta y me siento muy honrado de que hayas llevado esta música a un lugar tan increíble”, declaraba el músico americano tras escuchar el disco.

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