Del canto del muecín a los gritos del underground palestino, de las músicas preislámicas al electro chaabi egipcio, una nueva mirada sobre las voces que nutren la infinita variedad musical del mundo árabe.

Tanto en el Magreb como en el Medio Oriente, el primer sonido que oímos suele ser el canto del muecín que, desde su minarete, anuncia cinco veces al día, con despliegue de melismas, la hora del rezo. Algunos muecines con grandes dotes vocales crean melodías fascinantes, incluso para los no musulmanes. El primer muecín fue un compañero del profeta Mahoma, un esclavo liberto de origen etíope llamado Bilal al-Habashi, uno de los primerísimos convertidos al Islam. Al morir a la edad de 62 años, en 640 D.C., recibió el título de patrón de los muecines por su voz magnífica y su papel preponderante. Sus origines africanos le convirtieron en el protector del gremio de los músicos negros itinerantes, como los gnawas de Marruecos o los adeptos del rito stambali en Túnez.

Voces preislámicas y esplendor arábigo-andaluz

Según historiadores árabes, el canto en la época preislámica surgió en un campo de beduinos. La anécdota, que posee varias formas, cuenta que un esclavo, con la mano herida tras caerse de un camello o haber sido golpeado por su amo, emitió, un sonoro y doloroso, pero melodioso, «ya yadah» (ay mi mano). Respondiendo a este grito, los camellos se manifestaron ruidosamente, marcando con sus pasos el primer compás prosódico. Así pudo nacer el hudâ o canto de los caravaneros, primera forma de canto árabe. Vinieron luego el nasb, canto rudimentario de los jóvenes beduinos y la música de las qaynat. Estas mujeres esclavas provenientes de Persia o de Etiopia eran cortesanas, con una formación poética y musical, encargadas de servir el vino. Vinculadas a los placeres terrestres, son las antepasadas de las actuales cheikhat.

En el siglo VIII, los árabes se instalan en el sur del España y propagan su cultura. En 822, Ziryab, grandísimo músico oriundo de Bagdad, llega a Córdoba con innovaciones musicales importantes. Añade una quinta cuerda al laúd y se le atribuye la creación de la nuba, forma principal de la música arábigo-andaluza. Este periodo de dominación árabe en el territorio conocido como Al-Ándalus, que se extiende hasta el sur de Francia, corresponde a una edad de oro. Musulmanes, bereberes, judíos y católicos cohabitan pacíficamente, se intercambian y enriquecen sus culturas mutuas. Cuando los árabes han de abandonar la Península en 1492, esta música clásica oriental adopta diferentes nombres según los lugares donde sigue evolucionando: al-âla en Marruecos, maluf en Túnez, Libia y Constantina, garnati en Tiemcen, sana’ en Argel, wasla en Siria o maqam en Irak.

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