Wu-Lu, ¡esto es la locura!

Opresivo, estresante, agresivo, abrasivo, anguloso... Hay que estar motivado para entrar en el universo de Loggerhead. El primer álbum real de Miles Romans-Hopcraft, alias Wu-Lu, no se puede asociar ni con un baño de burbujas ni con el terciopelo... Y como se edita en Warp, un sello con una política editorial muy afilada, es aún más fácil entender que los oídos, el cerebro y el cuerpo van a ser maltratados. Y los primeros minutos humeantes, que se mueven sobre un ritmo casi onírico, no nos permiten conocer el tsunami que se avecina...  

Del grunge (Times) al grime, del drum’n’bass (Facts, Blame) al hip-hop, del metal al trip hop, Wu-Lu se atreve con casi todo en este primer trabajo de formato largo. Opta sobre todo por la fusión total de ingredientes a veces opuestos. Y quienes siguen al londinense de Brixton desde hace varios años saben que, en Ginga, su EP de 2015, optó por un hip-hop instrumental con alma, a años luz del poderoso grito de rabia de Loggerhead...  

  Visceralmente habitado por la libertad de la cultura del skate, Wu-Lu es el perfecto reflejo de la generación de multiinstrumentistas británicos capaces de pasar del MPC a una batería o a un viejo sintetizador vintage con un chasquido de dedos. Nos cruzamos aquí con un rapero (Lex Amor en South), un violinista/productor (las cuerdas de la increíble Mica Levi en Calo Pasteune) o colegas tan escurridizos como él (Morgan Simpson y Matt Kwasniewski-Kelvin del grupo Black Midi en varios temas). ¡Sin parpadeos, sin límites!  

Al igual que sus venerados mayores Flying Lotus, DJ Shadow, J Dilla o Madlib, cada sonido, cada instrumento, cada ritmo es un material que hay que amasar, modelar, esculpir. Esculturas sonoras repletas de textos que comentan las crisis mundiales, el aburguesamiento, la alienación, el racismo y casi cualquier otro tema de actualidad. Loggerhead es un álbum tan complejo como su época. El fuerte trabajo experimental de un artista proteico que hay que seguir muy de cerca...  

 

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