SHINY AND OH SO BRIGHT, VOL. 1 / LP: NO PAST. NO FUTURE. NO SUN.

Presentación del Álbum

Los Smashing Pumpkins se han «reconfigurado». Entre comillas, claro está. Y es que este cuarteto de complicada trayectoria, surgido en Chicago en 1988 y guiado con mano de hierro por el calvo más carismático del rock, Bill Corgan, ha perdido definitivamente a D'Arcy Wretzky, su bajista rubia platino, el único miembro original que no ha atendido a la llamada de renovación del boss. Todos andan por la cincuentena, pero no han dejado atrás los viejos rencores. De los Smashing Pumpkins de los comienzos permanecen Jimmy Chamberlin (batería) –siempre al pie del cañón– y James Iha (guitarra) –su continuidad sí que resulta más sorprendente–, que continúan en la banda a requerimiento de Corgan. A la guitarra y teclados se ha añadido, a mitad de grabación, Jeff Schroeder. Chamberlin, Iha y Corgan no coincidían, en estudio ni en directo, desde hacía 18 años. Quizá por eso este trabajo de título hermético recuerda tanto a los de mediados de los 90 y a su mejor entrega: Mellon Collie And The Infinite Sadness. La cosa no tiene mayor secreto. «Simplemente nos reunimos, apretamos los dientes y comenzamos a tocar», explica Corgan. En principio la idea era sacar solo un tema, pero le mostraron dieciséis maquetas a Rick Rubin y el famoso productor se vino arriba y les propuso grabar todo un álbum. Dos semanas después, lo registraban en sus Shangri La Studios de Malibú. En total, ocho cortes a lo largo de 31 minutos. Un concentrado fulminante de grunge de los 90 (Solara, Silvery Sometimes), de heavy metal a base de guitarras incendiarias en Marchin’ On y también de rock orquestal, casi espiritual, con cuerdas y coros en Knights Of Malta o con teclados en Alienation. Unos Smashing Pumkins en buena forma, en definitiva. ©Charlotte Saintoin/Qobuz