Igual de unidos que siempre, Carl Barât y Peter Doherty producen composiciones de rock’n’roll íntimas y profundamente inspiradas.

Un álbum de los Libertines era inesperado. Tras el punk destructivo de Up the Bracket en 2002, la exitosa continuación The Libertines dos años después, ambos producidos por Mick Jones de The Clash, y luego un tercer disco sin éxito que el mundo ha olvidado, Carl Barât y Peter Doherty volvieron a sus vidas. Reunirse en el estudio en 2015 ya fue una hazaña para esta pareja condenada que ha pasado por todo.

Entre la adicción de Pete al crack y la heroína, varias giras sin él, el piso de Carl saqueado por venganza, una temporada en prisión, guardaespaldas durante las grabaciones, Carl rompiéndose frenéticamente el cráneo contra un lavabo, la banda había implosionado. Incluso el fundador del sello Creation, Alan McGee, que dirigió a Oasis y a Jesus And Mary Chain, dice que fueron de lejos los peores, siempre impredecibles y fuera de control.

Ahora, a sus 40 años y con una clara ruta en solitario, Carl y Peter viven en familia en ciudades costeras que no miran al mismo mar. Carl vive en Margate, frente al Mar del Norte, mientras que Peter vive en Etretat, frente al Canal de la Mancha. Así que fue en el Caribe, en Jamaica, donde siempre han amado la gran historia musical de la isla y, sin duda, las aguas turquesas, donde Carl y Peter se reunieron con John Hassall y Gary Powell, los otros dos miembros del grupo, en el verano de 2022.

El viaje fue místico. La banda componía mientras veía el funeral de la reina Isabel II, pájaros que irrumpían por las ventanas de su estudio durante una tormenta o gente que subía una colina para converger en un tabernáculo con las manos temblorosas.

Fue una locura para nosotros. Impregnó muchas de las canciones”, dice Carl Barât. “Esta experiencia religiosa y estas preguntas existenciales: ‘¿Dónde estamos ahora? ¿Quiénes somos? ¿Qué significa todo esto?”. ' Fue un buen punto de partida para escribir”.

The Libertines - 2023
The Libertines © Ed Cooke

Entre baladas góticas, orquestaciones pop, guitarras punk y rock’n’roll con clase, All Quiet on the Eastern Esplanade despliega un poderoso poema de lo íntimo, atravesado por la muerte o la dificultad de existir, escrito con la habitual obsesión por las palabras y la melodía. Y si funciona tan bien es porque Barât y Doherty, por primera vez sobrios en el estudio, miran por fin en la misma dirección. Es el regreso majestuoso e inesperado del dúo más apasionado y excitante de Inglaterra.