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Dmitri Hvorostovsky

En 2015, precisamente en el momento en que, gracias a su madurez vocal, se encontraba en mejor disposición para abordar los más destacados papeles líricos, como Falstaff, Scarpia, Gianni Schicchi, Rigoletto, Grémine o Germont padre, el barítono ruso, víctima de un tumor cerebral inoperable, se veía obligado a cancelar todos sus compromisos artísticos. Su última aparición pública coincidió con una gran función de gala, el 7 de mayo de 2017, con motivo de la conmemoración del quincuagésimo aniversario de la Metropolitan Opera del Lincoln Center de Nueva York. El cantante llevó al público hasta el éxtasis con su interpretación de «Cortigiani, vil razza», la célebre aria de Rigoletto. Considerando que la mejor terapia era proseguir con su labor, Dmitri Hvorostovsky continuaría perfeccionando diariamente su arte con el objetivo de regresar lo antes posible a los escenarios, privilegio que las Parcas acabarían negándole cruelmente el 22 de noviembre de 2017.


Los hados le habían visitado en su cuna para ofrecerle dos dones, belleza vocal y belleza física, de los cuales Dmitri Hvorostovsky aprendió a servirse pronto para convertirse en uno de los mejores barítonos de las últimas décadas. Desde su debut internacional en 1989, paseó su elegante figura por los principales coliseos operísticos del mundo. Nacido en Krasnoyarsk (Siberia), le bastaron tan solo cuatro años para realizar sus estudios de canto, presentándose poco después en diversos certámenes, primero en la Unión Soviética y más tarde en Toulouse. Pero sería el Concurso de Canto de la BBC, celebrado en Cardiff en 1989, el que daría enseguida impulso a su carrera. El artista alcanzó un rápido reconocimiento cantando los más famosos papeles del repertorio ruso e italiano: Eugene Oneguin, Guerra y paz, Las bodas de Fígaro, Don Giovanni, La Traviata, Un ballo in maschera, Il Trovatore, I Puritani o Don Carlos.


Sus inicios fueron fulgurantes. Su espontaneidad en escena, su voz sombría y amplia y su timbre cálido y perfectamente homogéneo en toda su extensión le ayudaron a plasmar unos personajes de carácter sin duda convincente. Las majors se fijaron enseguida en él, con PHILIPS a la cabeza, proponiéndole grabar numerosas óperas y recitales. Por su parte, y siempre presta a establecer comparaciones arriesgadas, la prensa más sensacionalista le bautizaría como «el Elvis de la ópera», apelativo que contribuyó a difundir su imagen más allá de los círculos musicales.


Una vez llegado a la madurez, su voz cambiaría y ganaría en potencia, haciéndose al mismo tiempo más flexible. Consciente de su valía, el artista se dio cuenta de que el mundo se encontraba en esos momentos a sus pies. Orgulloso, accesible y obstinado, confesaba también haber sentado la cabeza: «Tengo que decir que vivo como un santo: he dejado de fumar y de beber alcohol», señalaba por entonces. Dmitri Hvorostovsky era capaz de desenvolverse con igual facilidad en el ámbito de la melodía francesa, en cuya dicción mejoraría ayudado por su esposa, ex cantante genovesa. Y ello sin desdeñar el crossover, puesto que grabaría numerosos álbumes dedicados a cantos populares rusos.


El legado discográfico de Dmitri Hvorostovsky es amplio. Pretendido desde sus comienzos por las grandes «majors», grabó numerosas óperas, entre otras, por supuesto, Eugene Oneguin, pero también La dama de picas, Iolanta, La Traviata, Don Carlo, Cavalleria Rusticana o, postreramente, un Rigoletto aparecido en noviembre de 2017 (y esperado desde hacía mucho, puesto que se trataba de uno de sus grandes papeles), registrado en Kaunas, Lituania, junto a Francesco Demuro y Nadine Sierra bajo la batuta de Constantine Orbellian.


© François Hudry/QOBUZ

Discografía

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