Con La Traversée, realizada con Andrea Marcon y su conjunto La Cetra, la gran soprano de coloratura firma un bello, onírico y multicolor viaje musical a través del tiempo, de Mozart a Verdi, de Gluck a Offenbach...

Tanto en el escenario como en el estudio, nos ha acostumbrado a todo tipo de audacias y extravagancias: la hemos visto lanzar osos de peluche a su público, imitar los cantos de pájaros exóticos en su álbum L'Amour, la mort, la mer (Sony, 2020), echar una ojeada a la variedad, con versiones de John Lennon o Michel Legrand, todo ello ataviado con los peinados más inverosímiles. A Patricia Petibon le gusta provocar a sus oyentes y despertar sus almas infantiles, lo que no siempre gusta a los más rigurosos, aunque su irreverencia es siempre tierna y generosa. Sin embargo, se muestra bajo una luz bastante sabia en La Traversée, un álbum producido con Andrea Marcon, director del conjunto barroco La Cetra, dos viejos compañeros de la soprano. Este viaje abarca tres siglos, del XVII al XIX, de Purcell a Offenbach, y Petibon nos lleva al corazón de sus peregrinaciones: "El pasado, el presente, el futuro, conectados por transmisión, forman un todo. Cada genio deja su huella en el palimpsesto del tiempo. Esta herencia navega en nuestras almas, y nosotros [somos] simples transeúntes".  

Estinto è Idomeneo?... Tutte nel cor vi sento... (Idomeneo) (Official Video)

PatriciaPetibonVEVO

  Si la cantante conserva algunos de sus típicos rasgos traviesos -el silbido al final de Strike the Viol de Purcell, el uso de la voz hablada y cantada en la obra de Haendel, la hiperteatralidad de la interpretación en los fragmentos operísticos- se puede distinguir un lugar más relevante para la melancolía y la contemplación. Así, en la Passacaglia della Vita de Stefano Landi, una especie de carrera frenética hacia la muerte, Petibon ofrece una interpretación más parecida a una queja lacrimógena que a la ira ante lo inevitable. Lo mismo ocurre con Strike the Viol, donde la orquesta casi se desvanece en un segundo plano para enfatizar el lirismo de la voz, en contraste con la versión ofrecida en 2002 por Christina Pluhar y la Arpeggiata, que era increíblemente virulenta. Hay que decir que en los últimos años Patricia Petibon ha estado ocupada con producciones operísticas internacionales, donde su voz se ha vuelto más carnosa, llevándola a registros emocionales más profundos y complejos, como en los dos bellísimos extractos Estinto è Idomeneo... Tutte nel cor vi sento... y Oh Smania! D'Oreste, d'Aiace, del Idomeneo de Mozart. La soprano no reniega de su característica ligereza y es divertidísima en La Grande Duchesse de Géroldstein (Offenbach), donde cautiva con una dicción impecable sobre un texto muy acrobático. Como para demostrarnos que la risa no sería nada sin un mínimo de seriedad, La Traversée se cierra con una sobrecogedora versión a capela de Here the Deities Approve, de Purcell, prolongada por un retorno a los extraños sonidos de naturaleza nocturna. Entre la fiesta, el drama y la espiritualidad, Petibon nos fascina antes de despedirse en los misterios de la noche.

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