La edición Super Deluxe El resurgimiento de Prince en los 90: Diamonds and Pearls y la revelación de su arma secreta

A principios de los 90, Prince se encontraba en una situación extraña. Conmocionado por la tibia acogida comercial de Lovesexy, y el éxito irregular entre la banda sonora de Batman, el rechazo de su película (muy personal) Graffiti Bridge, mientras que la banda sonora recibía críticas muy favorables, Prince tuvo que tomar una decisión sobre qué dirección tomar en el futuro. ¿Ser un loco creativo dando rienda suelta a sus singulares caprichos musicales para una pequeña pero devota base de fans? ¿O utilizar su prodigioso talento para alinearse con el Zeitgeist, la tendencia cultural imperante en el pop de la época, y volver a ser relevante? El hombre se dio cuenta de que tenía cuentas que pagar y empezó a trabajar en Graffiti Bridge a finales de 1989, con la mirada de Prince puesta en el mainstream. Con más de dos años de trabajo, Diamonds and Pearls fue, con la excepción de Purple Rain, el álbum en el que Prince invirtió más tiempo y esfuerzo, basándose por completo en material nuevo (en lugar de sacar canciones del archivo) y en la integración de una nueva banda, la New Power Generation. Esta banda es el arma secreta del éxito de Diamonds and Pearls, ya que aprovecha dos formidables fuerzas de la naturaleza -la vocalista Rosie Gaines y la sección rítmica de Michael Bland y Sonny Thompson- que dan a esta música una amplitud, profundidad y fuerza que solo se habían insinuado en los álbumes anteriores de Prince. Incluso en temas como “Push” y “Daddy Pop”, que atraen al público del R&B dominante, Prince se aleja en gran medida del sonido seco de la caja de ritmos y el sintetizador de sus grabaciones de los 80 para adoptar un sonido con cuerpo, de banda en directo, que en cierto modo desentonaba con los éxitos contemporáneos llenos de... cajas de ritmos y sintetizadores.

Es cierto que el hip-hop tuvo una gran influencia en el álbum: el primer borrador de Diamonds and Pearls de finales de 1990 se abría con ‘Something Funky (This House Comes)’, que no contenía la voz de Prince, sino la del rapero Tony M. En este registro, la intervención de Prince es a menudo torpe (véase: ‘Jughead’), pero ocasionalmente encantadora (el vacilante “no me quieres en el micro” de Prince en ‘Push’). Sin embargo, a pesar de todos los guiños a las listas de éxitos, como la perfecta balada que da título al disco o ‘Cream’, con influencias de T. Rex, todavía había un poco de “Prince raro” abriéndose paso a través de los surcos de Diamonds and Pearls, desde el bombástico rock religioso de “Thunder” actualizando “Let’s Go Crazy” para los 90 y la ópera rock de cierre del álbum “Live 4 Love”, hasta la lascivia desenfrenada de “Gett Off”. En esta edición Super Deluxe ampliada, uno puede hacerse una idea de lo duro que Prince estaba trabajando durante este periodo, ya que la selección de outtakes y temas no incluidos en el álbum es extensa. Aunque la mayoría de las caras b de la época eran remezclas glorificadas, algunas, como “Horny Pony”, formaban parte del diseño del álbum desde sus primeras etapas (también se incluye en una versión alternativa inédita). Además hay un par de temas más que se incluyeron en varias versiones del álbum -’Schoolyard’, ‘Something Funky’- y es fácil entender por qué no están en la versión final. Sin embargo, el poder compositivo de Prince seguía en pleno apogeo y, al igual que durante el periodo de Purple Rain, muchos de los mejores temas que no formaban parte del álbum acabaron en manos de otros artistas; este álbum incluye varios de los temas más destacados, desde tres temas synth-pop estelares escritos para Martika y la genial improvisación midtempo ‘Get Blue’ (cedida a Louie Louie) hasta la alegre y funky ‘The Voice’, que acabó en el segundo álbum de Mavis Staples en Paisley Park Records.

Prince In Concert
Prince, New York, 1991 (Photo by Larry Busacca/WireImage)

Hay varias otras tomas dignas de mención, incluyendo “Darkside”, que cuenta con el New Power Trio en su apogeo, con un asesino jam instrumental en el que Prince realiza en su guitarra, mientras que Bland y Thompson proporcionar apoyo “muscular”. “Lauriann” suena como un outtake de principios de los 80, mientras que la juguetona “Glam Slam ‘91″ es una versión embrionaria de “Gett Off” que poco tiene que ver con el tema homónimo de Lovesexy. Hay varias tomas falsas que habría sido mejor dejar en la bóveda: “Streetwalker” presenta a Prince entonando descaradamente “work it baby” de una manera que es simplemente vergonzosa; la explicitud de “Schoolyard” hizo que uno se encogiera en los 90 y es decididamente problemática hoy en día; de manera similar, las bromas sobre la grasa de “Work That Fat” no han envejecido bien en absoluto, pero la canción todavía alberga uno de los grooves más divertidos de Prince. Sin embargo, la inclusión de un concierto en un club de 1992 compensa con creces las tomas descartadas, ya que la banda y Prince están absolutamente enardecidos a lo largo de todo el álbum, proporcionando un excelente recordatorio de que, aunque Prince estaba dispuesto a dar al hip-hop una carrera por su dinero, seguía siendo capaz de ofrecer un espectáculo en directo a un nivel que pocos artistas podrían igualar.


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