La anécdota sigue siendo significativa incluso en nuestros días. «El contable de Verve explicaba Norman Granz, me preguntaba a veces: “¿Pero por qué quieres sacar un disco de Roy Eldridge? ¿O de Ben Webster? ¡Si no venden nada!” Y yo le repetía constantemente: “Pero escucha, vendan o no, son músicos relevantes, tenemos que grabarlos, ¡para eso sirve Verve! ¡Y se acabó la discusión!”» En todo caso, la discusión sobre si la discográfica fundada en 1956 por Granz fue relevante o no hace tiempo que dejó de tener sentido. Junto a Blue Note, Impulse! y ECM, entre otros, Verve está considerado uno de los sellos más destacados de la historia del jazz. Y lo singular del caso es que, a diferencia de su ilustre competencia, la línea artística y musical de Verve siempre resultó un tanto imprecisa. Lo cual no impediría a Norman Granz y sucesores editar un montón de obras maestras firmadas por los más grandes, de Charlie Parker a Ella Fitzgerald, pasando por Lester Young, Stan Getz, Jimmy Smith, Wes Montgomery, Bill Evans o Billie Holiday. Y es que Verve no funcionó nunca como cantera de talentos, sino como un auténtico catálogo de estrellas. Una versión jazzística del walk of fame de Hollywood Boulevard…
Crea una cuenta gratuita para seguir leyendo