Love, Loss, and Auto-Tune

Presentación del Álbum

Un viejo negro y calvo, vestido simplemente con un batín de satinados tonos dorados, a juego con la montura de sus gafas, está sentado al borde de una piscina vacía con un montón de hojas muertas en el fondo. Taza en mano, los pies calzados con chanclas, se bebe el café con actitud de saltar a la yugular del primero que pase por ahí... Pero la genial portada de Love, Loss and Auto-Tune nos recuerda sobre todo que Jerry Williams Jr., alias Swamp Dogg, sigue siendo a sus 76 años el más lúcido soul brother del planeta. Atuendos delirantes, letras indómitas, discografía caótica... el sureño ha sido siempre un artista de culto, excesivo, adorado por los fans de los grooves más oscuros pero no demasiado conocido por el vulgo. En esta ocasión el extraterrestre de Virginia ha contado con las colaboraciones de Ryan Olson, del grupo Poliça (a la producción) y, sobre todo, de Justin Vernon, de Bon Iver, que le ha convencido de pasar su voz por el vocoder. No por el tradicional Auto-Tune sino por el Messina, un trasto inventado por Chris Messina, amigo de Vernon, quien lo usara a destajo en su álbum de 2016, 22, A Million. Ovni sonoro de cabo a rabo, estamos ante un disco tan atómico e inclasificable como su autor. En Love, Loss and Auto-Tune se suceden los melodramas amorosos puramente soul, mini-sinfonías de rhythm’n’blues electrónicas, secuencias de G-Funk y los interludios más inesperados. Tras esta montaña de excentricidades ultra cool este enésimo álbum de Swamp Dogg podría haber sido un artefacto exclusivamente destinado a hypsters, pero lo cierto es que se trata de un enorme disco de soul contemporáneo que pone patas arriba el género. Es que incluso cuando retoma una antigua cantinela como Answer, My Love, Swamp Dogg dinamita y hace saltar por los aires cualquier tópico o lugar común. Nada que ver, en cierto modo, con el enfoque respetable pero revisionista de Lee Fields, Charles Bradley o Sharon Jones… ¡Ah, qué portada! © Marc Zisman/Qobuz