Traces

Presentación del Álbum

Steve Perry era rotundamente sincero cuando en 1981 cantaba Don’t Stop Believin’. Durante mucho tiempo el antiguo vocalista de Journey había estado apartado de la música, y parecía que definitivamente. Pero ahora vuelve cargado de esperanza, terminado su periodo de aislamiento, con un tercer álbum en solitario: Traces. El regreso se debe sobre todo a su amor por Kellie, la joven tempranamente fallecida que le hizo recuperar el gusto por la música… Traces supone, pues, un eco de su corazón roto, pero también de su fuerza para la reconstrucción, de su resiliencia y de su vuelta a la vida. Ya antes incluso de escucharlo, la foto de portada resulta llamativa. El californiano no ha ahorrado detalles y símbolos. ¡Bienvenidos al jardín del Edén de la estrella norteamericana! En primer plano, una vieja guitarra blanca que sirve de percha a una paloma de la paz y una serpiente que se enrolla sobre una botella de champán. Y cuando se mira con más atención se percibe un micrófono en llamas oculto en el jardín, cables eléctricos y una impresionante pin-up. El artista aparece discretamente integrado en el contexto, dando la espalda al espectador. Muchas referencias, tal vez demasiadas, para resumir una parte de su carrera pero también para justificar sus años de retiro. Pero en fin, aquí están estas diez canciones, las primeras en las últimas tres décadas, fieles al ochentero rock FM. En cualquier caso, la voz de Perry permanece intacta. Inmerso en su dramaturgia musical, este hombre de 69 años intenta comunicarse a un nivel profundamente emocional con el oyente. Y al referirse a los escenarios en el hipotético hit No Erasin’, Perry exclama que está de vuelta y que echaba a faltar los rostros de su público. Del soul punzante de No More Crying al intenso final de We Fly, Perry restaña con Traces las heridas infligidas al cuerpo y el alma. © Anna Coluthe/Qobuz