The Köln Concert (Live at the Opera, Köln, 1975)

Presentación del Álbum

Como La Gioconda en el Louvre, el Köln Concert de Keith Jarrett supone el buque insignia de ECM. Con sus cuatro millones de ejemplares vendidos, es no solo el mayor éxito de ventas del sello sino también el álbum de piano solo más despachado de la historia. Seguramente, a muchos compradores de este live grabado en la Ópera de Colonia el 24 de enero de 1975 nunca se le había pasado por la cabeza hasta entonces comprar un disco de jazz. Pero la aventura de este fenómeno musical no comenzó con buen pie. Aquella tarde el pianista norteamericano no se encontraba demasiado bien tras el largo viaje en coche, afectado por un dolor de espalda y, sobre todo, enfadado porque no se le había proporcionado el Bösendorfer solicitado sino un instrumento más barato. «Creo que Keith tocó como tocó precisamente porque se trataba de un piano no demasiado bueno», explicaría más tarde el productor Manfred Eicher. «Como no le gustaba el sonido del instrumento, alteró su manera de tocar para sacarle, pese a todo, el mejor partido.» Pero al margen de anécdotas y recuerdos, ¿qué queda hoy de aquello que tanto disfrutaron en directo los 1.400 espectadores presentes en la sala? Jarrett acababa de cumplir 30 años y contaba ya a sus espaldas con unos quince discos y su aplaudido trabajo en el seno de los grupos de Charles Lloyd y, sobre todo, de Miles Davis. En 1975 su gramática pianística ha alcanzado la madurez, demostrándose altamente personal. Pese a resultar innegable la influencia de Bill Evans, sus improvisaciones son de lo más original, como las de este Köln Concert. Una amalgama de lirismo e introspección, subrayando Jarrett la porosidad entre los diferentes géneros e introduciendo en su jazz (si es que puede seguir considerándose jazz) elementos procedentes de la música clásica, el góspel o el folk, así como ciertas sonoridades latinas. Su piano despliega un torrente de notas a manera de oda a la improvisación, sin perder jamás la brújula. En 1992 declara al Spiegel que, con el tiempo, el Köln Concert se había convertido en una suerte de banda sonora cinematográfica. «Hemos de aprender a olvidar ciertas obras», añadiendo que «de lo contrario, seremos prisioneros del pasado.»