Saint-Saëns, Debussy, Hahn, Pierné : La sonate de Vinteuil

Presentación del Álbum

«Cuando, después de la velada con los Verdurin, pidiendo que le volvieran a tocar la pequeña frase, Swann había buscado entender cómo al modo de un perfume, de una caricia, lo circunvenía, lo rodeaba, se había dado cuenta de que la poca distancia entre las cinco notas que la componían y la vuelta constante de dos de ellas eran la causa de aquella impresión de dulzura replegada y temblorosa.» Esta es la indicación más precisa acerca de la «Sonata de Vinteuil», inmortalizada, sin necesidad de existir, por Proust en 1913. Algunos piensan que podría tratarse de la Primera Sonata de Saint-Saëns puesto que, en una dedicatoria de Du côté de chez Swann a Jacques de Lacretelle, a menudo mencionada como evidencia, Proust reconoce –en el caso de, al menos, una de las evocaciones de la «pequeña frase»–haberse inspirado en «la frase encantadora pero en definitiva mediocre de una sonata para violín y piano de Saint-Saëns». Pobre Saint-Saëns y también pobre Reynado Hahn aunque, bien es cierto, su sonata para violín y piano no fue compuesta sino en 1927, cinco años tras la muerte de su querido Marcel. Las hermanas Milstein –¡NOOOO! ninguna relación de parentesco con el célebre Nathan: el apellido Milstein está muy difundido alrededor del planeta y no todos son violinistas ¡caramba!– eligieron tocar, junto con la evidente obra en cuestión de Saint-Saëns (lejos de ser tan mediocre, contiene cosas estupendas al límite de la tonalidad, creando una rara emoción), la sonata compuesta por Gabriel Pierné en 1900 y dedicada a Jacques Thibaud –obra espléndida de un compositor cuya música genial fue algo eclipsada por su brillante carrera de director y su modestia natural– y una poco probable candidata a cualquier vinteuillismo: la Sonata para violín y piano de Debussy escrita en 1917. No podía faltar Reynaldo Hahn, aquí representado por dos melodías transcritas para violín y piano: la deliciosa À Chloris con su maravilloso perfume antiguo y L’Heure exquise, el summum de la elegancia de la melodía de salón, aquellos salones que fueron tan a menudo iluminados por Marcel y Reynaldo. © SM/Qobuz