Marc Ribot, el activista

Transformista, camaleón y vanguardista visceral, Marc Ribot es el músico más escurridizo de su generación. A los 67 años, el neoyorquino sigue siendo un seductor investigador del mundo de la guitarra. Empezó colaborando con leyendas del soul como Wilson Pickett y Solomon Burke, luego se convirtió en un miembro de corta duración de los Lounge Lizards de John Lurie en el Nueva York post-punk/no-wave de principios de los ochenta, y fue guardaespaldas habitual de Tom Waits, John Zorn, Marianne Faithfull y el difunto Bashung. ¡El más punk de los guitarristas de jazz también “maltrata” los sonidos cubanos con sus Cubanos Postizos, agita el jazz y el rock con los Rootless Cosmopolitans e incluso se apropia de la música clásica haitiana en un sublime homenaje al compositor Frantz Casseus! Y también en su grueso currículum, una enésima banda de locos: Ceramic Dog. Un “power trio” lanzado alrededor de 2008, con el bajista Shahzad Ismaily y el baterista Ches Smith, que parece tocar en un rodeo. Suena esto como una vuelta a las raíces de este artesano del derrape, que define a Ceramic Dog como “un colectivo de free punk funk experimental psicodélico y post electrónico”.  

  Restringidos por la pandemia, los tres amigos consiguieron encerrarse en el estudio en mayo de 2020 para grabar este Hope, una reunión de ocho temas originales, que reflejan las incertidumbres de la época, y una versión hablada de Wear Your Love Like Heaven de Donovan. El resultado suena a menudo como un retrato chino de Ribot, con sus raíces no-wave en They Met in the Middle (con el saxo alto de Darius Jones como invitado), su amor por el blues cavernoso (B-Flat Ontology) y los grooves vudú (Nickelodeon), y su compromiso en The Activist (“Escribí esto después de ir a la millonésima reunión política que no llegó a ninguna parte. En esta canción, me estoy riendo de esa gente que realmente se desvive por lanzar esa mierda radical, en lugar de ensuciarse realmente las manos y hacer lo que hay que hacer a toda prisa”).  

  Todo esto podría ser un gran embrollo sin coherencia, pero los meandros del cerebro de Ribot tienen siempre el encanto de un auténtico gabinete de curiosidades en el que es bueno perderse... Los tiempos son extraños. Y es bueno que Marc Ribot siempre lo haya sido. © Marc Zisman/Qobuz  

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