Kraftwerk, el grupo de música electrónica más influyente de la historia, fundado por Ralf Hütter y Florian Schneider, fallecido el 6 de mayo de 2020 de cáncer, siempre ha estado por delante de su tiempo. Por delante en términos de tecnología, de composición, de presencia en escena. A la vez, los alemanes no han dejado de demostrarle al gran público que las máquinas son capaces de despertar emociones, abriendo camino al techno, la new wave e incluso al hip-hop.

Cincuenta años es aproximadamente el tiempo que Kraftwerk iba por delante del resto cuando los de Düsseldorf pasaron del estatuto de grupo de rock arty instrumental al de hombres-máquina, gracias a esos sintetizadores, cajas de ritmos y vocoders que aparecían en hits como We Are the Robots o Tour de France. La transición comenzó en 1973, con el álbum Ralf und Florian, para culminar con Autobahn, cuarto disco del grupo producido en 1974 en Colonia, en el estudio de Conny Plank, mítico ingeniero de sonido que trabajara con lo mejor de la vanguardia alemana de la época, como los grupos de krautrock Can, Neu!, Cluster o Harmonia. Poco después, los músicos renanos alcanzaban el éxito internacional: desde Kling Klang, su estudio privado, Kraftwerk grabará un clásico tras otro, como Radio-Activity, Trans-Europe Express o The Man-Machine, hasta llegar en 1981 a Computer World.

Así pues, ¿por qué decimos cincuenta años? Pues porque es el tiempo que ha precisado la tecnología para ponerse al nivel de Kraftwerk, que muchas veces, desde finales de los 80, se veían obligados a renunciar al directo para ofrecer conciertos con cuentagotas, antes de su regreso por la puerta grande entre los años 2000 y 2010 a base de giras mundiales, actuando ante un público al que entregaban a la entrada gafas 3D. Y es que, hasta entonces, la asignatura del live resultaba un verdadero tormento para estos perfeccionistas liderados por Ralf Hütter (único miembro permanente de este combo de geometría variable marcado por las salidas y entradas de su compañero Florian Schneider y del abandono definitivo del percusionista Karl Bartos a finales de los 80). «Los equipos están finalmente a la altura de nuestros estándares», aseguraba el jefe de filas de la banda a finales de 2009 en una de las raras entrevistas que ha concedido, en este caso para las páginas de The Guardian. Con su acostumbrado rigor, Hütter consideraba que la única forma de disfrutar del «auténtico» sonido Kraftwerk pasa por llevar el Kling Klang al escenario. Lo cierto es que ya en 1991 ejercía de profeta en una entrevista concedida al célebre periodista británico Jon Savage. «Pienso que hemos llegado a una nueva era musical. Nos encontramos en mitad de una revolución que ya no tiene vuelta atrás. La época de la miniaturización, ese proceso por el cual la tecnología adopta forma de estructuras gradualmente más pequeñas pero capaces de las mismas funcionalidades, ha comenzado. Discos como Trans-Europe Express necesitaron de aparatos enormes, pero esas pequeñas herramientas que son los portátiles jugarán un papel cada vez más fundamental. Hoy, trasladamos todavía enormes cantidades de material de una ciudad a otra. Pero soñamos con ofrecer conciertos sirviéndonos tan solo de una maleta con un portátil, unos cuantos samples y unos pequeños sintetizadores.»

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