El músico australiano camina por la cuerda floja entre el pop y el soul en su quinto álbum, el más completo de su carrera.

Clasificado como productor “de andar por casa” desde que llegó a Londres hace diez años procedente de Brisbane (Australia), donde creció, Jordan Rakei cambia de dimensión en este quinto álbum, el primero para Decca, después de tres discos para el sello independiente Ninja Tune. Y se nota: moviliza los elementos sin freno, orquestas, cuerdas, guitarras, baterías de sonido seco, coros masivos...

A su banda de nueve músicos se unen a veces 16 miembros de una orquesta de cuerda, además de una sección de metales y un coro, ¡hasta 43 personas acreditadas en el tema Friend or Foe! Sin embargo, en ningún momento esta armada instrumental perturba la paz que reina en los 13 temas de este álbum destinado a un examen de conciencia, centrado en la voz y el discurso conmovedor de su autor. “El título del álbum hace referencia al ciclo de la vida, a ser niño, a tener hijos y a la relación que tienes con tu niño interior. La vida es un ciclo y quería explorar esta vulnerabilidad en las letras”, explica la autora.

La idea del bucle también se refleja en la forma y los ritmos del álbum, como los breakbeats del hip-hop retorcidos y transformados en algo completamente distinto. La influencia de la música negra estadounidense de los años 70 es evidente. De hecho, Jordan Rakei ha vuelto a escuchar la obra de Bill Withers en un intento de regresar a lo que primero le estimuló musicalmente, a la esencia de su vocación, lo que queda patente en los temas Trust y Royal en su enfoque melódico. También hay sonidos percusivos, casi de jazz africano, en State of Mind, arreglos de world music en Freedom y brasileños, casi de club náutico en Cages.

Decididamente pop, a veces R&B, con espíritu soul, Jordan Rakei ofrece un disco optimista en el que las palabras “confianza”, “amor”, “certeza”, “encontrar” y “obvio” ocupan un lugar destacado. Las preguntas sobre el amor, tema principal de las canciones, no quedan, como suele ocurrir, sin respuesta. Aquí no se convierten en dudas, sino en certezas, como las que Jordan Rakei parece haber adquirido sobre sí mismo.