De 1983 a 1993, el californiano más brillante grabó un puñado de álbumes rompedores para el sello Island, relanzando su carrera y transformando su personaje de bluesman de Broadway en un trovador escapado de La ópera de los tres centavos. ¡Ahora todo disponible en Hi-Res de 24 bits!

En 1983, Tom Waits tenía 34 años, seis álbumes y un gran club de fans. Pero tenía la sensación de que empezaba a dar vueltas en círculo. Su primera decisión fue cambiar de compañía discográfica. Dejó Asylum, el sello que le había hecho famoso, por Island, el sello de Chris Blackwell. Un nuevo sello para un nuevo sonido. La primera escucha de Swordfishtrombones, publicado en septiembre de 1983, fue un shock. Con este gran álbum radical, el californiano se despedía del sonido que le había hecho famoso, ese espíritu bluesy à la Randy Newman, el estilo Broadway mezclado con gran originalidad con el paso-doble entre violines, saxofones y piano jazz. Todo para pactar con cierta decadencia europea de fin de siglo. Tom Waits incorpora a su universo el espíritu cabaretero del tándem Bertolt Brecht/Kurt Weill. Sonidos experimentales (ollas, sillas...), instrumentos atípicos (marimba, armonio, gaita, percusión...), tratamientos disparatados de la voz (se compra un megáfono), el gran circo de Tom Waits es un carnaval de ruidos y atmósferas donde la locura nunca está lejos. Es imposible no pensar en el bueno de Captain Beefheart o en los experimentos del científico loco Harry Partch. Con Swordfishtrombones, Waits se enfunda un flamante traje que nunca volverá a quitarse. Es el de un destartalado Mr Loyal, con alma de blues y pluma vanguardista, aullando como un lobo. Un Howlin’ Wolf, por supuesto...

Dos años más tarde, Waits da en el clavo con Rain Dogs y vuelve a cambiar de sonido gracias al genio de Marc Ribot, salido de los Lounge Lizards, que aporta al californiano un sonido de guitarra muy singular y desestructurado. Su toque disonante está en perfecta ósmosis con el órgano oscilante del cantante con sombrero y perilla. Otro guitarrista hizo el viaje en algunos temas: un tal Keith Richards... Historias salvajes, paradas entre Nueva York y Singapur, sonidos improbables, blues desfigurado, valses de borrachos, Tom Waits se atreve con todo, lo toca todo, se acerca tanto a las atmósferas Tex-Mex como al vudú de Nueva Orleans. Nos regala algunas de sus mejores canciones, como Downtown Train (versionada en 1989 por Rod Stewart) y Jockey Full of Bourbon. Detrás del amplio abanico de instrumentos locos que dan a nuestro Howlin’ Wolf moderno su identidad única, Rain Dogs ofrece algunas canciones verdaderamente grandiosas y atemporales.

Tom Waits - "In The Neighborhood"

Tom Waits

Con Franks Wild Years, el artista va aún más lejos, incorporando al álbum una iluminación suave, grandes cortinas de terciopelo rojo, maquillajes escandalosos, órganos de feria y el Berlín de entreguerras. Subtitulado A Romantic Operachi in Two Acts, este décimo álbum de Tom Waits, publicado en agosto de 1987, acentúa todas las características de sus dos predecesores. Ribot sigue presente, David Hidalgo de Los Lobos toca el acordeón, Michael Blair dirige la omnipresente percusión y Ralph Carney se encarga de los saxos. Con Franks Wild Years, Waits colabora aún más con Kathleen Brennan, la esposa que le presentó Captain Beefheart y que coescribió algunos de los temas. Por último, esperó cinco años antes de publicar un nuevo álbum de estudio, el último para Island: Bone Machine. Aquí Tom Waits muestra una cara aún más radical. Brillante pero casi aterrador. La instrumentación es más pura, más áspera y más cruda. La percusión ha tomado el relevo. Y cada melodía, o no melodía, ¡es la improbable banda sonora del inframundo! Como era de esperar, en el clip de I Don’t Wanna Grow Up, Waits se disfraza de diablillo...

Tom Waits - "I Don't Wanna Grow Up"

Tom Waits

Los vídeos desempeñaron un papel fundamental en los años de Island. Era la época dorada del canal MTV y cada single tenía que ir asociado a un vídeo matador. Durante este periodo, Tom Waits se hizo con los servicios de directores de cinco estrellas como Haskell Wexler (In the Neighbourhood), Jean-Baptiste Mondino (Downtown Train) y Jim Jarmusch (It’s All Right with Me y I Don’t Wanna Grow Up). Un año después de Bone Machine, llega The Black Rider, un álbum muy especial, que cierra el interludio de Island. El álbum recoge versiones de estudio de canciones compuestas en 1990 para la obra teatral del mismo nombre, dirigida por Robert Wilson y coescrita por William S. Burroughs. La ópera se basa en el cuento popular alemán Der Freischütz, transpuesto a ópera por Carl Maria von Weber en 1821. Pero el proyecto se mantiene en perfecta armonía con los demás discos de este periodo, y sigue siendo uno de los más fascinantes del compositor.

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