Junto con el wéstern y la película de gánsteres, la comedia musical es uno de los géneros más emblemáticos del clasicismo hollywoodiense. He aquí, desde los años 1930 hasta los años 1960, un pequeño panorama de un cine ciertamente glamuroso y pintoresco, y a menudo menos superficial de lo que parece.

Vampiresas de 1933 de Mervyn LeRoy contiene una canción que se volvió «viral» durante aquel decenio: We’re in the money (texto de Al Dubin y música de Harry Warren). Esta canción y esta película nos permiten entender, de manera inmejorable, la esencia de la comedia musical hollywoodiense. En cuanto a su forma, la película sorprende por su acabado artístico rozando la perfección. Hemos de precisar que la coreografía está firmada por Busby Berkeley: célebre por sus cuadros visuales extravagantes jugando con los contrastes entre el negro y el blanco, y con formas geométricas muy complejas, este coreógrafo dio sus cartas de nobleza a la comedia musical hollywoodiense de los años 1930. Y sin embrago el género estaba aún en su fase inicial − la primera película sonora data de 1927 y es un musical (El cantante de jazz de Alan Crosland con Al Jolson). Además, Vampiresas de 1933, como otras comedias musicales de esta época, evoca de soslayo la Gran Depresión que entonces sacudía los Estados Unidos, permitiendo a los espectadores olvidarse de sus preocupaciones mientras dure la película. Cuando Ginger Rogers canta We’re in the money (Nadamos en dinero) acompañada por un coro femenino bailando con monedas gigantescas, el divertimiento es total en cuanto a forma, pero evoca una fantasía finalmente muy prosaica en esta época tan perturbada. Ambición artística extrema, evasión máxima, e intersticios que reflejan una realidad compleja: estas son las bazas de la gran comedia musical de Hollywood.

El final de los años 1930 marca los inicios del color. La MGM decide utilizar el Technicolor para producir una película musical con un presupuesto colosal: El mago de Oz de Victor Fleming, con Judy Garland en el papel de Dorothy, una muchacha arrastrada por un tornado al país de Oz, lejos de su familia. Yip Harburg autor de los textos, y el compositor Harlod Arlen (ambos jóvenes prodigios de Broadway) firman las canciones de este gran clásico. Entre ellas, Over the rainbow sigue siendo la más célebre, y su melodía fue indisociable de Judy Garland hasta su muerte en 1969. Suave como una nana, esta pieza contrasta con los demás números musicales de la película (generalmente muy dinámicos) y evoca los sueños y las esperanzas de la muchacha que se materializarán en un arcoíris. Al igual que en el caso de las coreografías de Berkeley, la evasión más absoluta es el tema fundamental de Over the rainbow. Pero esta búsqueda de un más allá inasequible se debe, una vez más, a una situación ansiogénica, encontrándose Dorothy abandonada a su suerte en une región desconocida.

 

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