The Big Bad Blues

Presentación del Álbum

Bueno, Billy F Gibbons vuelve a abandonar el seno de ZZ Top, por segunda vez tras Perfectamundo, en 2015, y la cosa comienza con un Missin' Yo' Kissin' que parece descendiente directo de La Grange, el clásico indiscutible de los Top. Lejos de embarcarse en la misma revolución tecnológica de la época de Eliminator, Gibbons vuelve a poner su anticuado reloj de bolsillo en hora del blues-rock más clásico. Pero clásico no significa pasado de moda, sobre todo en las expertas manos de este eterno outlaw que jamás se contentará con tocar sus éxitos para una audiencia de viejales. Y como prueba de que no está cerrado a la innovación, esa canción viene firmada por Gilligan "Gilly" Stillwater, su esposa desde hace más de 23 años. Sin recurrir a sofisticados gadgets electrónicos, The Big Bad Blues suena de lo más contemporáneo, hasta el punto de que parece imposible que la bestia ande por los 69 años. Desde luego, nada que envidiar a todos esos cachorros que vienen sonando con fuerza en los últimos tiempos.
En este disco no hay ni rastro de The BFG's, ni invitados de postín, sino que ha recurrido a un reducido equipo integrado de nuevo por Joe Hardy (bajo y coproductor del álbum), Mike Flanigin (teclados) y Greg Morrow (batería), pero también por un Matt Sorum escapado de los Hollywood Vampires (también ex-The Cult y Guns N' Roses…) –a la batería en ciertos temas y en la próxima gira–, por Austin Hanks (guitarra rítmica) y James Harman (armónica). Tan blues y tan bad como informa el título del álbum, el ambiente tiene en general algo de “fiesta-solo-para-hombres”, como sugiere también esa rara versión de Standing Around Crying de Muddy Waters. Tanto en este tema como en Bring It to Jerome, o incluso en el ultraclásico Rollin’ and Tumblin’ (igualmente de Muddy Waters), Gibbons goza confeccionando unas figuras guitarreras que harán palidecer de envidia a Jeff Beck, Jimmy Page o Eric Clapton. © Jean-Pierre Sabouret/Qobuz