Doherty y Lo, a bordo juntos

Instalado en Normandía, con los acantilados de Étretat para contemplar y atravesar a todas horas, aunque prefiera los verdes y grises de la mañana, el ex Libertines se deja inspirar por este paisaje, como Monet, Courbet, Delacroix, Hugo, Offenbach y otros antes que él. ¿Ha encontrado el poeta adorado y maldito su camino, aquel que dice haber perdido? Tras la extravagancia punk de los Libertines y los Babyshambles, el “niño del siglo” la había sustituido por el discreto encanto de los brillantes Grace/Wasteland en 2009, Hamburg Demonstrations en 2016, luego por un rock aguado y menos memorable junto a Puta Madres (Peter Doherty & The Puta Madres) en 2019. Tres años más tarde, se inspira plenamente en las melodías de Frédéric Lo (Alain Chamfort, Alex Beaupain y muchos otros), que vino a verle por primera vez para versionar Inutile et hors d’usage, que figura en su álbum Crèvecœur (2004) junto a Daniel Darc, al que quería dedicar un álbum de homenaje.  

  Impresionado por su energía, Doherty le pidió otras composiciones. “Me tocó una melodía y me impactó inmediatamente. Pensé: esta canción necesita una letra y debería escribirla.” Cuanto más tocaba el músico francés, más escribía el músico inglés. “Las letras venían a mí. Todas estas increíbles ideas siguieron llegando. Creo que en dos o tres semanas tuvimos el álbum terminado.” The Fantasy Life of Poetry & Crime, acreditado con los nombres de ambos artistas –por deseo de Doherty– reúne 12 profundas y elegantes baladas de piano y guitarra, con algunos violines de vez en cuando.  

  Encontramos este folk-rock a flor de piel, a veces susurrado (The Ballad Of), a veces turbulento (You Can’t Keep It From Me Forever, Rock & Roll Alchemy), con la belleza vacilante y desollada de su primer álbum en solitario, con una búsqueda de la pureza a lo largo de las canciones. Es lento, melancólico, inquietante, tortuoso, frágil. Hay destellos luminosos, ofrecidos por discretos metales y glockenspiel (The Monster), espacios oscuros o más sobrios simplemente dibujados en la guitarra acústica (The Glassbower, Abe Wassenstein) o en el piano (Far From the Madding Crowd). Desde el deslumbrante punk de ayer que le llevó a su cenit hasta el folk evanescente y terrenal de hoy, la sinuosa trayectoria de Doherty, perfilada en el vasto campo del romanticismo y salpicada de encuentros personales determinantes, es fascinante. Su genio también.

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