Seis años después de su gran regreso, la legendaria banda de Reading vuelve con un quinto álbum magistral, a caballo entre el shoegaze y el ambient.

Slowdive es ya una legendaria banda de shoegaze cuya discografía, aunque irregular, sigue mejorando, pero su trayectoria, marcada por un paréntesis de veintidós años, es de todo menos lineal. En 1989, los músicos Rachel Goswell (guitarra, voz) y Neil Halstead (guitarra, voz) formaron Slowdive con Adrien Sell a la batería, Nick Chaplin al bajo y Christian Savill a la guitarra. Muy jóvenes -todos tenían menos de 19 años-, pronto se unieron al sello Creation (Ride, The Jesus & Mary Chain, My Bloody Valentine y Teenage Fanclub), cuyo jefe, Alan McGee, quedó fascinado por este puñado de chavales británicos de clase media que se miraban los zapatos para pisar pedales de efectos, construir muros de sonido y articular atmósferas llenas de spleen.

La vida del shoegaze en los 90 sería corta e intensa, pero para cuando nació este género, los Slowdive estaban ya bien afinados, produciendo un álbum cada dos años: el puramente shoegaze Just for a Day en 1991, el más pop y accesible Souvlaki en 1993, con Brian Eno, y luego el post-rock Pygmalion con Ian McCutcheon, que sustituyó a Simon Scott a la batería, en 1995. Slowdive imprimió su característico sonido de luces y sombras, donde reinaba la melancolía, ahogada en voces etéreas y efectos de guitarra.

El problema fue que dos semanas después de la publicación del tercer álbum, Pygmalion, McGee decidió rescindir el contrato. El productor no entendió el cambio de rumbo. El hombre que recientemente había producido los dos primeros álbumes de Oasis, mucho más rentables y atractivos para las masas, sentía que la marea estaba cambiando a favor del grunge y el britpop de Seattle. La prensa, encabezada por Melody Maker, se había puesto en contra de Slowdive desde el principio, lo que había molestado mucho a Neil Halstead a la hora de componer sus canciones y había acabado por desacreditar a “the scene that celebrate itself” " (apodo con el que se conocía a la escena shoegaze). La banda se vio en la necesidad de financiar su propia gira. En 1995, Rachel, Neil e Ian dejaron la banda para formar Mojave 3, para terminar lo que habían empezado, con el guitarrista de Chapterhouse Simon Rowe y el teclista Alan Forrester, y firmaron con 4AD para cinco álbumes, el último de los cuales se publicó en 2006.

Slowdive
Slowdive en 1991 © AJ Barratt/Avalon

No fue hasta 2014 cuando el shoegaze, en pleno revival con una serie de bandas (Nothing, The Joy Formidable, The Radio Dept., The Pains Of Being Pure At Heart, The Clientele, My Vitriol...), impulsó a Slowdive a reformarse. Primero sobre el escenario, en el festival Primavera Sound de Barcelona, con Nick Chaplin al bajo, Christian Savill a la guitarra y Simon Scott (que había sustituido rápidamente a Adrien Sell) de nuevo a la batería. Después, los británicos volvieron al estudio y dieron simbólicamente su nombre al álbum del renacimiento. Slomo, Sugar for the Pill, Falling Ashes: las joyas shoegazianas se acumularon para formar un álbum de culto, marcando su regreso como maestros del género. La fórmula no ha cambiado mucho, pero funciona sin sonar nunca anticuada.

Seis años separan a Slowdive de Everything Is Alive, y decir que este nuevo álbum es un acontecimiento no es exagerar. La banda prosigue su extraordinario ascenso, capaz de abrirse sin traicionarse, sampleando electrónica y ambient sin diluir nunca su ADN shoegaze. Esta evolución es evidente desde la inicial Shanty y su arpegiador, como lo es después en Chained to a Cloud y la instrumental Prayer Remembered. Las guitarras y voces casi inmateriales de Goswell y Halstead llegan más tarde, pero están ahí. Más de treinta años después, esta poesía desplegada sobre texturas sonoras a veces brumosas y a veces opacas, salpicadas de ligeros toques pop (Kisses), sigue removiendo el alma como nunca.

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